9/5/09

SUERTE

Hace poco conocí a una mujer que guarda un billete de avion de un vuelo que perdió hace 17 años. Me contó cómo aquella mañana no se despertó por culpa de unas copas de más, la noche anterior. El avión despegó sin ella. Probablemente con alguien ocupando su asiento, alguien ansioso por obtener una plaza de última hora, y que se había apuntado en la lista de espera del aeropuerto. Alguien que se sintió satisfecho, ganador, por haber sido elegido por el azar en el último momento y ocupar una plaza en ese vuelo. Un sentimiento inversamente proporcional a la angustia que sintió aquella mujer cuando se despertó horas más tarde, con resaca, y se percató de que ya no llegaba a una importante reunión de trabajo que tenía muy lejos de allí, en otra ciudad. En aquel momento ella no sabía que jamás podría haber asistido a esa reunión, ni a esa, ni a ninguna. Aquel vuelo acabó estrellándose. No hubo ningún superviviente.
Desde entonces guardaba ese trozo de papel, ese billete de avión, metido en un cajón..siempre en el mismo sitio, era su talismán y lo guardaba con recelo.
Siempre me ha fascinado ese sentimiento supersticioso del que, de una manera u otra, todos hemos sido presos alguna vez. Un sentimiento delirante y mágico que convierte lo abstracto y caótico, los movimientos incontrolables del azar, en algo concreto, ordenado y tangible: un objeto que me da buena suerte, un amuleto que ordena el caos en mi propio beneficio.